Todo
empezó aquella tarde en que charlaba con Julio y me preguntó por mis planes
para el día siguiente. Le comenté que quería ir a nadar.
-Ah,
¿tú nadas?
-Sí,
bueno, me gusta de vez en cuando, disfruto mucho en el agua y me sienta genial.
-¿Y
cuántos largos te haces?
-Pues
no sé, la piscina es de cincuenta metros, un poco larga para mi poca técnica,
la verdad, y hago… pues, unos cinco o seis largos.
-¿Cinco
o seis?, pero eso... eso es una mierda, eso es como no hacer nada, para eso,
mejor no vayas.
Y
pedimos otra caña y pasamos a otro tema. Pero sus palabras se quedaron
resonando en mi cabeza. Al día siguiente, me levanté temprano y fui a nadar mis
largos “de mierda”. Y me sentí de maravilla, dolida por el poco reconocimiento
de mi amigo a mi pequeña hazaña deportiva, pero tonificada, despierta, ágil y
relajada.
Y
esto me dio mucho qué pensar. A veces, tendemos a creer que sólo las
revoluciones cambian las cosas, que sólo las heroicidades tienen mérito, que
tan sólo a base de grandes hazañas se consiguen grandes cambios.
Hoy
estoy convencida de que no es así, o no sólo así. La mayoría de las transformaciones llevan su
tiempo y requieren constancia. Motivación, preparación, ilusión y constancia.
El
sábado estuve viendo un ratito el campeonato europeo de gimnasia artística y no
podía evitar “fliparlo en colores”, maravillada de la capacidad del ser humano
para dominar su cuerpo y llevarlo a acrobacias imposibles. Esto lo comento,
sobre todo, desde mi perspectiva de personilla que no es capaz de levantarse un
palmo del suelo sujeta en una barra (y menos en dos anillas).
Esos
deportistas no se forjaron de la noche a la mañana, y por supuesto, tampoco
entrenaron media hora al día… Pero posiblemente, sí empezaron entrenando un par de
ratos a la semana y ahí descubrieron que les apasionaba ese deporte. Y
continuaron cada vez con más dedicación.
Lo
que quiero decir es que cuando nos planteamos un cambio en nuestras vidas –lo
voy a decir en primera persona, que es desde donde lo he experimentado con
total nitidez-: cuando me planteo un cambio en la vida, lo primero que me
abruma es la cantidad de esfuerzo que voy a tener que desplegar. Y entonces
llega mi amiga la pereza con su famoso: “Uff, quita, quita, ¿para qué te vas a
meter?”
Sin
embargo, cuando de verdad siento ilusión por algo, o cuando ya he tenido
suficiente de algo y quiero cambiar, me funciona mucho mejor sentarme,
preguntarme qué puedo hacer, qué pequeña acción puedo introducir para cambiar
el rumbo, y mantenerla en el tiempo. Un día, otro día, otro día más… hasta que
se integre en mí como algo natural.
Siempre
aparece en algún momento el monólogo de Mrs. Desanimator -más maja ella-: “Anda,
tonta, si ya lo dijo Julio, esto son como los seis largos de mierda en la
piscina, no vale la pena, no hay diferencia entre hacerlo o no hacerlo, y
entonces, ¿para qué perder el tiempo? Anda, venga, siéntate en el sofá, que hoy
tripiten un capítulo de Big Ban Theory que te encanta y ya te sabes de memoria,
y eso es mucho más divertido”
¡¡¡Y
lo curioso es que muchas veces le hago caso!!!!
Pero
es tan gratificante ser fiel al rumbo que uno mismo se ha trazado. Y tan
sencillo, si los pasos son pequeños pero firmes y continuos. Que ganas me dan
de agarrar una maza de esas que sacaba de ninguna parte el Correcaminos o Pixie
y Dixie, para deshacerse de su eterno enemigo, en mi caso, de Mrs. Desanimator.
Cojo la maza y ¡¡¡¡pong!!!!, mazazo en toda la cabezota a esa desaprensiva, que
huye, plana como el papel, caminando hacia su guarida para no salir nunca jamás.
Mentira,
volverá. Pero no es un problema, porque hoy día “La teoría de los poquitos” ha
adquirido rango de ley natural. Y dice así:
“Un
paso constante y firme en la dirección adecuada le acerca con más rapidez y
seguridad a uno a su objetivo que cientos de grandes hazañas imaginadas en la
mente”
Así
que, con mi teoría bajo el brazo, no hay Desanimator que valga. Y yo sigo
caminando, pin, pan, pin, pan, rumbo a mis sueños.
Rocío yo me pregunto cómo se valora el esfuerzo de cada uno para que merezca la pena no ver el capítulo ese de la serie que me sé de memoria o cuantas veces tiene que hacer alguien algo para que le merezca la pena?¿ Con sólo seis largos no se disfruta?en mi opinión eso lo suelen decir aquellos que no disfrutan del camino, sólo lo hacen del resultado y muchas veces sólo si tienen la aprobación o reconocimiento de los demás, sin embargo tú has disfrutado de los seis largos enteros, enhorabuena. No dejes de hacerlo
ResponderEliminarGracias. En ello estamos...
EliminarBrindo contigo por las pequeñas acciones.
ResponderEliminarUn abrazo
Lucía